martes, 17 de marzo de 2009

LA NOCHE

Yo soy una de esas pocas personas cuya vida empieza a los 10 años. ¿Y os preguntaréis por qué? Pues porque mi primer recuerdo fue que me encontraba sola, ante una enorme puerta de madera, con unas grandes aldabas de cobre que relucían bajo la luz mortecina de una farola. En una calle donde no pasaba nadie. De repente con un fuerte chirrido se abrió la puerta y detrás apareció una anciana de pelo canoso con un batín de dormir, mientras reprimía un bostezo.
-¿Qué haces aquí, niñita, a estas horas de la noche? -Preguntó la mujer con una voz cansada y con acento italiano.
Quería responderle pero no me salían las palabras, de mi boca solo salía un pobre sonido.
-¡Oh!, niña! ¿Qué te sucede? ¿No puedes hablar? -Dijo la ancianita sobresaltada.
Negué con la cabeza.
-Entra, llamaremos a la policía que busquen a tus padres, de momento te puedes quedar entre nosotras. -Dijo haciéndose a un lado para que entrara- esto es el orfanato Sant Piscicore y yo soy María. Pero todas las niñas me llaman nonna María. Que significa abuela María en italiano.
Mis padres no vinieron a recogerme y como no podía hablar y había perdido la memoria no podía definirlos.
La gente del orfanato me acogió con los brazos abiertos. Y la nonna María me puso de nombre Rosso que en italiano quería decir rojo, por el color rojo intenso de mi pelo.
Compartía habitación con unas niñas que no eran muy amigables y sabían todos los rumores de la ciudad. Ese día comentaban, mientras jugaban a un juego desconocido para mi, que se había quemado una casa el día anterior y había muerto una pareja.
Aprendí a hablar yendo a la escuela del orfanato, pero continuaba sin recordar nada.
Un día, después de dos años, vino un matrimonio. La mujer se llamaba Gemma, y Robert el hombre. Los dos querían un niño porque ya tenían una chica de dieciséis años que se llamaba Ángela. Todos decían que eran una familia adorable.
Y de entre la multitud de niños me escogieron a mí. A todos los niños les hacía ilusión tener unos padres pero a mí, no. A mí me gustaba ese lugar, me encontraba bien.
Al día siguiente me llevaron a su casa para que me fuera a vivir con ellos, la casa era enorme y con una piscina en el patio.
La familia resultó que no era tan adorable, el padre y la madre se pasaban todo el día peleándose y cuando intentaba que no se pelearan, me reñían a mí. A Ángela su nombre no le pegaba ni con cola ya que se pasaba el día enviándome a hacer recados. Para ella mi nombre era Niñata.
Pero todo terminó el día en que de noche volví a aparecer delante de la puerta del orfanato sin darme cuenta y me volvió a abrir la nonna María.
-¿Qué haces aquí Rosso? -Dijo nonna María preocupada.
Desconcertada por haber vuelto a aparecer allí sin recordar cómo, me puse a llorar.
-¡Oh!, “mia madre. Jenter cosa che l'eco? Ai miei figli. Chiama la polizia e imparato.
Acer qualcosa una delle mie ragazze!”
Nonna María se debió pensar lo que no era porque dijo algo en italiano que no entendí, pero su voz era preocupada.
Le conté que lo que me pasaba con mi familia adoptiva y ella más tranquila me hizo entrar en el orfanato.
Llamó a casa de mis padres adoptivos pero nadie cogía el teléfono, después llamó a la policía.
Me fui a dormir a mi antiguo cuarto compartido. Me alegré de ver a algunas de mis amigas.
Al día siguiente por la mañana me hicieron entrar en la sala de la directora Britany, una mujer de fracciones duras y mirada severa, siempre con un moño bien recogido sobre la nuca. Me senté en la silla delante de su mesa y esperé a que me dirigiera la palabra.
-Señorita Rosso, me temo que se tendrá que volver a quedar entre nosotras. Creemos que es mejor contarle la verdad. Sus padres han sufrido un terrible accidente, aún no se sabe quién los ha asesinado. Tu padre y tu madre murieron envenenados con alguna sustancia y a su hermana la encontraron muerta en la piscina. También han desaparecido algunas pertinencias de ellos -La señora Britany esperaba ver alguna reacción en mí, pero lo único que dije fue: -¡Ah!...
Los días en el orfanato transcurrieron como si no me hubiera marchado.
Pero al cabo de un año volvió a venir un matrimonio y me eligió a mí.
Eran una pareja normal y se llamaban Magi y Piter. Tenían una casa con un bosque detrás. Al principio lo pasamos muy bien juntos, hasta que un día un coche atropello a Magi. Piter destrozado por el accidente dejó poco a poco de ir al trabajo. Yo cuando volvía de la escuela lo encontraba siempre delante del televisor con la mirada perdida y con una botella de cerveza en la mano. Parecía estar en otro planeta. Tenía que limpiar yo la casa y tirar todas las botellas que iba dejando al lado del sofá. Alguna vez que le intentaba hablar me decía que yo tenía la culpa de la muerte de Magi y me había llegado a pegar. Cada día que pasaba me echaba más las culpas a mí.
Hasta que un día por la noche volví a aparecer delante del orfanato. Nonna María ya no parecía tan sorprendida como las otras veces.
-Pasa señorita Rosso, ya llamaremos a tu casa. -Fue lo único que dijo.
La señora Britany me contó que Piter también había muerto al darle con una silla en la cabeza y también había desaparecido alguna pertinencia suya.
Pero un día mientras rebuscaba en mi baúl de la ropa alguna prenda que ponerme, encontré en uno de los bolsillos del baúl unas joyas. Eran un collar de diamantes de Gemma, el anillo de casado de Robert, los pendientes de Ángela, el reloj de Piter y un collar que no reconocí hasta que lo abrí. Dentro tenía una foto de un hombre y una mujer sonriendo con una niña en brazos. Eran mis verdaderos padres. Ahora me acordaba de todo y yo era la asesina de toda esa gente.
Decidí fugarme del orfanato antes de hacer daño a alguien más.
Pero una noche, sin darme cuenta volví a encontrarme delante de la enorme puerta de madera del orfanato Santo Piscicores...